El término leer se puede entender de diferentes formas, aunque en el sentido más amplio de la palabra, leer significa interpretar y comprender los mensajes escritos. Sin embargo, cuando un niño de 5 años aprende y aplica la correspondencia entre las letras y los sonidos, decimos que ya sabe leer.
Por tanto, leer también se refiere a decodificar lo que pone en una serie de signos gráficos aunque no lleguemos a comprenderlo. Por ejemplo, fraolidu cor palinta también sería leer, pero… ¿has elaborado algún mensaje en tu cerebro?
En general, el aprendizaje de la lectura pasa por dos fases muy bien diferenciadas. La primera es cuando aprendemos la correspondencia entre letras y sonidos, lo cual nos permite empezar a decodificar sílabas y palabras.
A ese momento le llamamos etapa alfabética y consiste en aplicar una lectura fonológica, basada en reconocer las letras, buscar el sonido que les corresponde y ensamblar todos los sonidos para pronunciar la palabra.
Por tanto, hablamos de la etapa de adquisición del código o principio alfabético, una etapa de suma importancia porque es cuando edificamos los cimientos de nuestra nueva habilidad “la lectura”.
Sin embargo, aunque normalmente decimos que el niño con 6 años ya sabe leer, la lectura aún le supone un esfuerzo mental tan elevado que impide la comprensión total del mensaje. Es decir, el lector inicial emplea todo su esfuerzo simplemente en decir lo que pone en esos signos escritos.
Justo en ese momento se inicia la segunda etapa, la etapa de la automatización y la fluidez lectora.
Una vez aprendido el código, practicando y practicando, comenzamos a ganar velocidad y precisión, automatizando la habilidad lectora. Esto quiere decir que empezamos a leer más rápido, entonando correctamente y sin cometer errores de precisión, como por ejemplo leer “sepada” donde pone “espada”.
¡Y todo gracias a la automatización!
¿Recuerdas cuando aprendiste a montar en bicicleta?, al principio todo resultaba muy complicado y debías prestar mucha atención para mantener el equilibrio, frenar, colocar correctamente los pies, cambiar de piñón, etc. Ahora, sobre todo si eres un ciclista habitual, seguro que puedes recorrer montones de kilómetros sin ni siquiera ser consciente de que vas subido en una bici. Eso sucede porque tenemos la maravillosa capacidad de automatizar.
Por tanto, leyendo y leyendo, los niños empiezan a leer cada vez más rápido, con menos errores y empleando mucho menos esfuerzo porque, al automatizar, lo que antes hacíamos de manera consciente, intencional y empleando toda nuestra atención, ahora lo hacemos de manera automática e inconsciente, es más, si vas por la calle y ves un enorme cartel ante ti con la frase “tonto el que lo lea”, seguro que caes. Nuestro cerebro se acostumbra a leer y lee hasta cuando no se lo indicamos.
Esto es posible porque ya no es necesario reconocer cada palabra letra a letra. A través de la lectura creamos en nuestro cerebro un cajón o almacén donde guardamos las palabras y trozos de palabras que hemos leído en varias ocasiones, de este modo, cuando volvemos a verlas las reconocemos de inmediato y sin esfuerzo.
A este proceso se le llama lectura directa, superficial o visual y, a diferencia de la lectura fonológica o indirecta que tenía el niño de 6 años, sí permite empezar a comprender los mensajes, a interpretarlos y a centrar toda nuestra atención y nuestro pensamiento en el significado, no en la decodificación del código.
Y, por último, cuando hemos alcanzado una fluidez funcional, es decir, leemos de manera automática, sin mucho esfuerzo, con cierta velocidad, entonando correctamente y sin errores de precisión, iniciamos el desarrollo de la comprensión lectora que, a fin de cuentas, sería verdaderamente LEER.
Aunque todo este proceso parece sencillo y rápido, no es así. La lectura es algo muy nuevo para nuestros cerebros.
“No nacimos para leer. Los seres humanos inventamos la lectura hace apenas unos milenios. Y con este invento modificamos la propia organización de nuestro cerebro, que por su parte alteró la evolución intelectual de nuestra especie”. Maryanne Wolf
Como dice esta investigadora, en el cerebro de los seres humanos no existen neuronas, áreas o circuitos especializados en la lectura.
¿Alguna vez te has planteado qué diferencia hay entre aprender a hablar y aprender a leer?
El habla es un aprendizaje natural, porque nuestro cerebro viene diseñado genéticamente con los mecanismos necesarios para hablar. Es decir, creciendo en un entorno en el que escuchamos a otros, aprendemos a hablar sin más. Además, la comunicación oral no es exclusiva de la especie humana.
Sin embargo, la lectura es un aprendizaje adquirido porque nuestro cerebro no viene diseñado para aprender a leer. Por ello, aunque crezcamos en un entorno lleno de carteles, palabras y mensajes escritos, no aprendemos a leer.
Para aprender a leer es necesario que nos enseñen un código, que nuestro cerebro genere conexiones para recibir e interpretar ese código y que practiquemos mucho, hasta que la funcionalidad de esas nuevas estructuras y circuitos se automatice.
Por ejemplo, algunos estudios indican que el área visual donde reconocemos las letras viene diseñada para reconocer figuras geométricas y rostros pero, a través de la práctica, las neuronas se especializan en el reconocimiento de los grafemas o letras. Por ese motivo, los niños pequeños confunden db, porque en las formas de la naturaleza las dos partes simétricas, por ejemplo de un árbol, de una pelota o de un rostro, forman parte del mismo objeto. Es decir, los niños más pequeños ven en las formas simétricas un mismo concepto.
Como puedes comprobar, leer es algo más que saber qué pone en unas letras, no solo permite conocer, descubrir, aprender…, sino que además modifica significativamente nuestros cerebros.
Pero…, como ya has leído un total de novecientas cincuenta palabras, creo que otro día seguiremos descubriendo curiosidades sobre la lectura.
Texto con 960 palabras utilizado para valorar la velocidad lectora en adultos.